November 22, 2012

Lo es.

Nadie sabe lo que es el baloncesto hasta que lo prueba. Nadie entiende porqué, una lesión tras otra, sabiendo que nunca me voy a recuperar bien si sigo, sabiendo que me he pegado un año sin fuerza en un brazo, sin pulso, sin poder a veces, ni cerrar el puño, sabiendo que puedo dejarme la rodilla mal, sabiendo tantas y tantas cosas que a cualquiera harían dejarlo, porqué no lo dejo. Llevo tantos años jugando que el baloncesto es mi vida. Los que me digais que lo deje, que no me hace bien, es porque nunca habeis experimentado la libertad de estar un partido. Los pisotones, los codazos, los tirones de pelo, las ganas de morder, de llorar, de chillarle al árbitro. Nunca habeis experimentado lo que yo siento al entrar en la cancha. La libertad al correr un contraataque. La sensación de que gracias a tí, el equipo puede mejorar, que junto puede ir a mejor. Ser un cachito, una treceava parte de un todo. 

Entrenar significa esfuerzo, significa sacrificio. Ser parte de un equipo significa que si tu no vas a entrenar, no solo te perjudicas a ti, sino que perjudicas a todo el equipo. El equipo que entrena junto, gana junto. Todo lo que he aprendido del baloncesto, está en los libros que nunca leí, en los apuntes que nunca estudié y en los partidos que nunca ví. He aprendido a base de esfuerzo, de ir dia tras dia a entrenar, de practicar, de ponerle empeño, de querer ser mejor. Nunca tengo suficiente, nunca corres lo suficiente, nunca estás suficientemente acertada en el tiro, nunca defiendes tanto como quisieras. 

En mi opinión, el baloncesto te hace ser mejor persona. Te inculca unos valores que no te enseñan en clase, el sacrificio, el esfuerzo, el trabajo en equipo. En clase no aprendí que si tu no vas a entrenar, estás haciendo retrasarse a todo un equipo. En clase no aprendí que a base de repetir un movimiento, un gesto, puedes dominarlo. Un antiguo entrenador mio, decía que para conseguir dominar un movimiento, tienes que repetirlo un millón de veces. Quizá no hagan falta tantas, pero estoy segura de que se aproxima bastante. En clase no aprendí, que cuando una cosa no te sale bien, no tienes que dejarla, sino practicarla una y otra vez, hasta llegar a dominarla. 

El baloncesto no es solo el partido del fin de semana. El baloncesto es todo lo que te rodea. Es ir a entrenar a tus horas, es calentar y estirar después de cada entrenamiento. Es ver baloncesto, es pensar en como ser mejor. Es salir de tu casa, coger un balón y querer, practicar, ese movimiento que no te sale. El baloncesto es invertir tu tiempo libre en salir de casa media hora antes, coger un autobus, e ir pensando ya en lo que vas a aprender, lo que vas a mejorar, es llegar al entrenamiento con ganas de empezar. Es no dejarlo por hacer otras cosas, no poder, porque sino te sientes ansioso, nervioso, como si te faltara algo. Y eso que te falta es el baloncesto.

Cuando hace ya 12 años, una vieja amiga me dijo de apuntarnos a entrenar en el cole, no sabia cómo iba a influir esa decisión en mi vida. Ahora, más madura, habiendo pasado por tantos y tantos entrenadores, tantos partidos, tantas lesiones, varios clubs, varios equipos, me voy dando cuenta de que la esencia de todo eso, lo que me trasmite, lo que me aporta, es mucho más de lo que habría llegado a imaginar. El baloncesto me ha hecho madurar, a veces a golpes, a veces no, pero madurar. Me ha hecho crecer como persona, a la vez que como jugadora. Mis entrenadores me han formado, tanto en el ambito deportivo como en el personal, y por eso no podría estarles más agradecida, ya que todos, de una forma u otra, han hecho que el baloncesto para mi merezca la pena. 

Los últimos años he estado rodeada de lesiones. Es lo que pasa cuando no te cuidas, cuando, tras hacerte daño no vas al hospital a que te curen. Cuando el ansia de jugar te puede, y no eres capaz de pensar que jugando un partido menos, podrás jugar al final más. Me duele pensar que quizá, este sea mi ultimatum con jugar. Estoy segura de que el baloncesto va a seguir presente en mi vida, y que lo volveré a intentar en cuanto me dejen. Necesito el baloncesto para estar bien yo. Es una cuestión que nadie comprende, incluso las personas que siempre me han apoyado, me han recomendado, sin el título de médico, claro, que no fuerce. Nadie comprende si no se ha visto en la misma situación, vaya, igual que con el baloncesto, con cualquier deporte. Tengo interiorizado que el baloncesto no me va a dar de comer, pero tampoco es solo un hobby. Cuando entreno, me siento viva. El baloncesto me tranquiliza, pongo toda mi agresividad en el campo, y ya no me queda para el resto de horas de la semana. Los nervios, que tan puñeteros ellos, se me van. Se disuelven como el ibuprofeno en el agua. Me siento mejor conmigo misma, y con los demás, estando más tranquila consigo concentrarme en el resto de cosas tan necesarias para mi futuro profesional, incluso soy más comprensiva, más empática. 

En el momento en el que puse, tras un año en el que no pude entrenar, un pie en pista, me volví a sentir viva. Ya no recordaba cómo era el momento de antes del salto de principio de partido, la tensión que se masca, la decepción del primer punto en contra, igual que la emoción de la remontada. La agresividad que sacas, dios sabe de donde, cuando ya no te queda ni una gota de energía, pero corres para llegar a taponar, y que no sea el fin del partido. La fuerza que sacas cuando te caes, para levantarte, pensar que no ha sido nada, y aun con la pierna quemada por el parqué, con los codazos en el pecho, unos cuantos mechones menos de pelo, y todos los tantos y tantos puñetazos y bofetadas que caen durante el partido, irte a casa, cansada, deshecha, pero con una sonrisa en la cara, y la felicidad en el cuerpo de haber terminado el partido. Cuando volví a sentir todo esto, todo este cúmulo de sensaciones y sentimientos, no quería cambiarlo por nada. 

Después de estos momentos de euforia, me acuerdo ya del dolor. Dolor intenso en la rodilla, salir andando del pabellón a por hielo, sin derramar una sola lágrima, por orgullo quizá, pensando que así dolería menos. Morder fuerte, apretar la mandíbula, salir a la calle, y despejar. Despejar para no derrumbarme. No podía ser que me estuviera volviendo a pasar, tras tanto esfuerzo, tanto sacrificio el año pasado, habiendo dejado lo que más me llenaba en todos mis días, habiendo dejado lo que tanto me gusta. Sentarme, y que preocupados, me traigan hielo, reposar, llamar para que me vengan a buscar, en coche, ya que según se va enfriando, el dolor se hace más agudo, e ir a urgencias. Vendajes, antiinflamatorios, traumatólogos, regenerantes de cartílago, suplementos alimenticios, pastillas homeopáticas, y más vendajes, más espera, más reposo. 

Llevo un mes sin tocar un balón. Un mes sin entrenar, un mes sin apenas hacer nada. De clase a casa y de casa a clase, para no forzar. Llevo un mes sin sentir eso que tanto ansiaba, un mes oyendo que no tendría que haber vuelto, que no debería volver, que si me vuelve a pasar tendré que dejarlo, un mes oyendo cosas que no quiero oir, porque me niego a dejarlo. Tengo 17 años. Con 17 años no me pueden hacer dejar lo que más me gusta, lo que me ha formado como persona. Con 17 años deberían decirme que corra, que me divierta, que me esfuerce. 

En vez de apoyarme, los médicos, mis apoyos, mis conocidos, gente que ama el baloncesto tanto como yo, me dice que no vuelva, que lo deje, que no hago más que lesionarme. A los médicos, les diría que no. Que no puedo. Que me curen, o hagan lo que haga falta, que yo tengo que volver a jugar, que es una necesidad. A mis apoyos les diría que me crean cuando les digo que lo necesito, a mis conocidos, gente que ama el baloncesto tanto como yo les diría que si ellos podrían. Es muy facil hablar cuando tú puedes ir a entrenar, pero imaginate que un día no pudieras. Imaginar por un momento que un día, os dicen que no podeis volver a jugar al baloncesto. No podrías, os pondríais en la misma posición que me pongo yo ahora. 

Por eso, cuando ayer el traumatólogo decidió darme hora para dentro de dos semanas, tras haberme dicho que quizá era una lesión anterior, y toda esa milonga, que podría llevar meses. MESES. En plural. Sí, bueno, pues esas palabras me destrozaron. Por fin me veia otra vez con fuerza, con confianza para jugar, no me preocupaba ya nada, y otra vez, mismo proceso, misma desesperación. Por eso, siendo que de momento no puedo jugar, que hasta que no me lo certifique el médico, no voy a poder empezar, vosotros, mis apoyos, deberíais hacer lo que vuestro nombre indica respecto a mi, y apoyarme. No me digais que no vuelva, no me digas que no debería. Apoyarme y decirme que mi rodilla va a volver a ser la que era, ya que cuando se presente el momento, la única que puede decidir si seguir o no, soy yo.

El baloncesto me hace sentir viva, te forma como persona, y te enseña valores. Mis hijos jugarán a baloncesto como he hecho yo, y les trasmitiré todo esto, de la misma manera que a mi me lo trasmitieron mis entrenadores. Nunca sería capaz de negarles el derecho a sentir lo que yo siento cuando juego.


He empezado un cuaderno de buenos propósitos, buenos momentos, buenas ideas, canciones, un cuaderno positivo. Lo he llamado asi. Me he comprado un cuaderno amarillo con una smiley face en la portada. Es el cuaderno más positivo que he encontrado. Ni un mal recuerdo, ni una mala palabra, ni una negatividad en mi cuaderno positivo.


October 27, 2012

May 09, 2012

Somos aire. Somos mar. Somos hoy, igual mañana ya no.

Esta experiencia me ha dado a entender que disfrutar de las personas cada día, cada momento, cada segundo, no es una opción. Que quizá tus abuelos te cansan cuando te cuentan batallitas, que quizá que tu tia te estruje los mofletes no te gusta, pero el dia que falten, lo echarás de menos como a la vida.

La echo tantísimo de menos, y me hace tanta falta. Ella era tan importante, aunque no me diera cuenta. Quizá no hacia falta más, subirle la comida a la cama de vez en cuando, que su opinión contase en mi vida, y que su forma de pensar fuera influyente en mis decisiones. Ella era una mujer. Era discreta, era culta. Sabía más de lo que decía, era precavida, y era querida por tantisimas personas que ni llegaba a imaginarme.

El dia de su despedida, habia tantísima gente recordandome lo buena que era. Mucha gente me dijo que tenia que ser como ella, y asi estaría orgullosa de mi. Me dijeron que era una mujer admirable, que era discreta. Que era muy triste, pero que era mejor que hubiera sido rápido.

La echo de menos. Se fue cuando más la necesitaba. Se fue cuando más podia aprender de ella. Pero, aunque parezca un tópico, sé que está en algún sitio mirando como estoy, y preocupada para que esté yo bien. No es una suposición ni una creencia. Sé que está ahi. Estoy segura.

Haré lo que sea para que estés orgullosa de mi, abuela.


Me preocupo del futuro porque es donde voy a pasar todo el resto de mi vida.